sábado, 25 de febrero de 2012

Azorin


   Nació en Monovar, Alicante, en 1873. Estudió en Yecla en el Colegio de los Escolapios hasta los 16 años. En 1888 se matricula en Derecho en la Universidad de Valencia, carrera que nunca terminó. Durante su vida de estudiante leyó a Leopardi, Baudelaire... y entró en contacto con las ideas krausistas de la mano de Eduardo Soler. Durante su juventud y al igual que haría en su madurez colaboró en todo tipo de Publicaciones periódicas: Educación católica, El Defensor de Yecla, Eco de Monovar; fue redactor de El Mercantil valenciano e incluso llegó a escribir en el periódico de Vicente Blasco Ibáñez El Pueblo, defendiendo ideas anarquistas y anticlericales. Se trasladó a Madrid en noviembre de 1896, con cartas de presentación de Luis Bonafoux para Ricardo Fuente, director del diario progresista El País, del que fue expulsado por su radicalismo.
    Poco a poco fue abandonando las ideas anarquistas y tomando otras más conservadoras, fue diputado en 1907 y 1919, con Antonio Maura y La Cierva, nombrándole subsecretario de Instrucción Pública. Miembro de la Real Academia española en 1924. En 1933 se alineó con las ideas republicano-Lerruxista y en 1936 se hizo portelista, tendencia liberal del partido de Lerroux. Unamuno dirá de él que era “el artista escéptico –escéptico por escepticismo– ha permanecido el mismo”.
    Durante la Guerra Civil (1936-1939) residió en París, esta experiencia la recogió en París (1945) durante esos años escribió numerosos artículos para La Nación de Buenos Aires, pero en ninguno de ellos se entreverá lo que estaba ocurriendo en España. A la vivencia personal de este libro se va a contraponer una serie de crónicas, en las que trata su relación intelectual con Francia, trazando ejes sociales, históricos, literarios... recogidos en Con bandera de Francia (1950).
    Uno de los mayores logros de la prosa de Azorín quizá sea el intento de interpretar el paisaje de España. Recorrió España de punta a punta, uno de sus primeros viajes y el más importante, será el que realizó junto con Baroja a Toledo, en el que descubrió al Greco y que recogió algún que otro retazo en La Voluntad y Castilla (1912). Sus descripciones de paisajes están presentes en todas sus obras pero especialmente en: La ruta de Don Quijote (1905), El paisaje de España visto por los españoles (1917), El libro de Levante (1929), Valencia (1941), Madrid (1941)...
    Después de la Guerra Civil se identificó con el Régimen en el poder. Colaboró como hiciera en su juventud en todo tipo de Publicaciones periódicas: ABC, Vértice, Legiones y falanges... Uno de los principales objetivos, de su gran parte de su obra, fue el de tratar de acercar los clásicos españoles al gran público, ya en su última etapa escribió numerosas crónicas sobre cine que se han recogido en El cine y el momento (1953), El efímero cine (1955)... Murió en 1967.

Nombro  los que se pueden considerar las primeras ediciones, pero sus obras se han reeditado constantemente y se ha recopilado en diferentes tomos de Obras Completas.

Ruta de Don Quijote. Madrid, Leonardo Williams, 1905. 201 págs., 19 cm (Biblioteca Nacional y Extranjera).
    Contiene: Pequeña guía para los extranjeros que nos visiten con motivo del centenario.
Crónicas que para dar a conocer a los lectores de inicios del siglo XX los paisajes que recorrió el Quijote. Los quince aparecieron en El Imparcial, tuvieron mucho éxito y se publicaron en forma de libro alguno de ellos se acompañó con fotografías.
“Cuando llega el crepúsculo suenan las campanadas graves y las campanadas agudas del avemaría; el cielo se ensombrece; brillan de trecho en trecho las mortecinas lamparillas eléctricas.” (ed. Cátedra, p. 95)

España: hombres y paisajes. Madrid, José Blass y Cía, 1909. 166 págs., 19 cm.

Castilla. Madrid, Renacimiento, 1912. 156 págs., 16 cm.


Entre Francia y España: páginas de un francófilo. Barcelona, Tip. de Nicolás Poncell, 1917. 221 págs., 19 cm.

El paisaje de España visto por los españoles. Madrid, Renacimiento, 1917. 108 págs., 19 cm.
Dice en el prólogo: “En estas páginas nos proponemos hacer algunos comentarios sobre el paisaje en las diversas regiones españolas. Y claro está que tal materia del paisaje en literatura va ligada a otro problema interesante. ¿Cómo ha nacido el gusto por el paisaje, por la naturaleza, por los árboles y por las montañas en literatura? Lo que a nosotros nos interesa ahora es España. ¿Cuándo y de qué manera se ha ido formando la dilección por los panoramas campestres en nuestras letras?” (ed. Austral, p.7)
Divide el libro en diferentes regiones y comarcas: Vasconia, El Bierzo… “el paisaje somos nosotros; el paisaje es nuestro espíritu” (p. 36)
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París bombardeado: mayo y junio 1918. Madrid, Renacimiento, 1919. 79 págs., 19 cm.


París. Madrid, Biblioteca Nueva, 1945. 300 págs., 1 lám., 2 h., 21 cm.
Su experiencia en Francia durante los años que duró la Guerra Civil en España. Durante ese tiempo residió en un hotel “Orsay” que describe minuciosamente en el primer capítulo “La llegada”. Es de destacar en toda la obra su planteamiento cultural franco-español. Destaca más su experiencia literaria sobre la vital. “¿Podría ser curiosa, en algún modo, la visión que un extranjero tenga de la literatura francesa? Puesto que estamos en la calle de Richelieu, una calle sapiente…”(ed. Biblioteca Nueva, p. 193)
   
Con bandera de Francia. Madrid, Biblioteca Nueva, 1950. 288 págs., 21 cm.
   
Madrid. Madrid, Biblioteca Nueva, 1941. 198 págs., 19 cm.

Valencia. Madrid, Biblioteca Nueva, 1941. 214 págs., 19 cm.



Los norteamericanos. [Introducción, edición y notas de] Laureano Robles. Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 1999. 170 págs., 21 cm (Literatura y Crítica, 18).
    Veintinueve artículos publicados entre mayo y noviembre de 1918 en ABC (Madrid). Muestra la superioridad organizativa y militar de los Estados Unidos de Norteamérica al entrar en la Gran Guerra en 1918.
   

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